sábado, 14 de abril de 2018

EN PROVECHO MUTUO

  Se dice que las Artes Marciales (por supuesto bien entendidas y aplicadas) conducen a su perfeccionamiento mental, moral y espiritual. Considerando que, además y por supuesto, proporcionan un poderoso desarrollo de las facultades físicas, parece que no se les puede pedir más.
  Pero seamos lógicos; absoluta, total y fríamente lógicos: ¿cómo podemos pretender que unas "artes" destinadas a causar daño físico e incluso la muerte puedan, al mismo tiempo, proporcionar nada menos que desarrollo mental, moral y espiritual?
  Atendamos una breve historia que, según me aseguran, es verídica.
  Esta es la historia:



  Un hombre viejo, menudo, de aspecto inofensivo a más no poder, recorre un día un solitario camino en el que, de pronto, aparece un gigantesco mocetón, cuyo tamaño es por lo menos el triple del anciano, y cuyo poderío físico es diez veces mayor.
  En determinado momento, ambos se detienen frente a frente, en el estrecho camino.
   - Apártate, anciano, o te aparto yo con mis puños -exige el joven.
   - Tu falta de cortesía me apena, joven amigo. ¿No tienes en cuenta mi edad? Por respeto, deberías cederme el paso, pero ya veo que no piensas hacerlo. Y yo, por principios, no tengo la menor intención de apartarme.


   - Entonces, prepárate a recibir el golpe. Podría matarte con él, pero me divertirá más dejarte vivo, para que durante el resto de tu vida te pongas a temblar cada vez que me recuerdes. ¿Insistes en no apartarte?
   - Insisto. 
   - Entonces, prepárate.
   - Estoy preparado, y aceptaré las consecuencias de mi decisión. Lo que siento es que no tendré la menor oportunidad de devolverte ese golpe.
   - Por eso no te preocupes -sonrió el joven-: pega tú primero, y así quedarás en paz. Golpe por golpe.
   - Te lo agradezco mucho -se inclinó el anciano.
  Luego, con la punta de los dedos de la mano izquierda, dio un suave golpecito en cierta parte del abdomen del joven. Este se echó a reír.
   - ¿Ya estás satisfecho, anciano?
   - Sí, gracias. ¿Cómo te llamas?
   - Honto. ¿Y tú?
   - Yo soy Inoku, y vivo en la aldea que tengo a mi espalda.
   - Muy bien. Se acabó la charla, viejo descarado. ¡Ahí va eso!
  El golpe de Honto fue espantoso, y el viejo Inoku salió del camino volando. Cuando recuperó el conocimiento, prosiguió su ruta, dispuesto a terminar sus cometidos de aquel día, pese a lo maltrecho que había quedado.
  Dos semanas más tarde, un hombre apareció por la aldea, buscando al viejo Inoku, al que encontró en su choza.
   - Soy amigo de Honto, quien me ha dicho que te encontraría aquí, noble anciano. Honto está muy enfermo, se está muriendo... Y sabe que lo has matado tú.
   - ¿Yo? -sonrió maliciosamente Inoku- ¡Qué absurdo!
   - No es absurdo. Los dos lo sabemos. Y tú también. El día que le golpeaste en el camino, pusiste en su cuerpo la muerte lenta. Honto no sintió dolor entonces, pero ahora se está muriendo. ¿No quieres perdonarlo?
   - Lo haré por esta vez -aceptó el anciano-. Vuelve con él y hazle kuatsu en la planta del pie izquierdo. Se repondrá muy pronto. Espero que haya aprendido la lección.




  Repito la pregunta anterior: ¿cómo podemos pretender que unas "artes" destinadas a causar daño físico e incluso la muerte puedan, al mismo tiempo, proporcionar nada menos que desarrollo mental, moral y espiritual?
  Para mí está clarísimo: un practicante de Artes Marciales sabe con cuanta facilidad se puede lastimar e incluso matar a otra u otras personas; consecuentemente, sabe con cuánta facilidad pueden dañarlo e incluso matarlo a él. Y tras alcanzar esta facilísima revelación haría falta ser verdaderamente bruto y estúpido para no ser víctima de la perplejidad, comenzar a hacerse preguntas, y, de modo tal vez remoto, como inadvertido, pero del todo inevitable, desarrollar un respeto por la Vida. Que acepte la muerte con valor y dignidad, que no tema a nada, que prefiera morir a vivir despreciándose a sí mismo, son cuestiones a discutir aparte y largamente.

viernes, 16 de marzo de 2018

LA MARAVILLOSA TÉCNICA DEL VIEJO GATO (NEKO NO MYOJITSU)

Había una vez un practicante de sable llamado Shoken. Su casa estaba asediada por una enorme rata que andaba libremente por toda la casa, incluso durante el día. El gato que tenía Shoken en la casa no pudo con la rata y huyó aterrorizado después de haber resultado gravemente herido. Shoken se hizo con varios gatos del lugar para luchar en grupo contra la rata. Los soltó en la casa y los gatos fueron a por la rata, que se agazapó en una esquina de la habitación esperándolos. La rata arremetió ferozmente contra todos los gatos, uno tras otro, ahuyentándolos a todos.

Disgustado por el lamentable fracaso de todos los gatos, el maestro decidió despachar a la rata con su espada. A pesar de su habilidad con el sable, no pudo alcanzar a la rata; el animal daba grandes saltos por el aire, se movía a la velocidad de la luz y saltaba descaradamente por encima de la cabeza del maestro de sable. Shoken desistió, exasperado, y decidió buscar la ayuda del “increíble viejo gato” de un pueblo vecino.

Cuando su dueño llevó al “viejo gato” a la casa de Shoken, este se sorprendió porque parecía un gato mayor, normal y corriente. Sin embargo dijo: “Vamos a intentarlo”, y soltó al gato en la habitación donde la rata estaba instalada. Tan pronto como vio acercarse al gato, la rata se quedó paralizada. El gato, con toda tranquilidad, se acercó caminando, agarró a la rata por el cuello, la sacó de la habitación y se la llevó a Shoken.


Esa noche, los otros gatos se reunieron y le dieron al “viejo gato” un asiento de honor. Le dijeron: “Somos famosos por nuestra destreza cazando ratas, podemos cazar incluso comadrejas y nutrias, y nuestras uñas están muy afiladas. Sin embargo, no pudimos hacer nada contra esa rata. ¿Cómo es posible que tu pudieras vencer a esa rata gigante? Por favor, cuéntanos los secretos de tu arte”.

El viejo gato se rió y dijo: “Bueno, todavía sois jóvenes y, aunque poséis experiencia en luchar contra ratas, todavía tenéis  mucho que aprender. Pero antes de que yo os cuente, habladme vosotros de vuestra formación”.

Un gato negro se adelantó y dijo: “Yo crecí en una familia especializada en entrenar a gatos. Me enseñaron a saltar a más de dos metros, a escurrirme por diminutos agujeros y todo tipo de trucos acrobáticos. Era un experto en fingirme dormido y arremeter contra una rata tan pronto se acercaba. Las ratas no podían escaparse. Las atrapaba cuando se escapaban por las vigas del techo. Nunca me habían vencido hasta que me encontré con esa vieja rata.”

El viejo gato dijo: “Tu formación se ha centrado exclusivamente en la técnica. Solo piensas en atrapar a la rata. Los viejos maestros nos enseñaron métodos y movimientos para que pudiéramos desarrollar una buena técnica. Y hasta la técnica más simple contiene profundos principios. Te enfocas demasiado en la técnica externa. Eso te hace dudar de las tradiciones de los maestros y que te inventes nuevos trucos. Pero si confías demasiado en la técnica, antes  o después llegarás a un punto muerto porque la técnica física tiene un límite. Reflexiona bien sobre ello.”

Después, el gato atigrado se adelantó y dijo: “Yo creo que es muy importante desarrollar el ki (la fuerza vital). Yo he perfeccionado mi ki durante años; mi espíritu es muy fuerte y llena el cielo y la tierra. Yo me enfrentaba a mis adversarios con mi ki aplastante y los vencía desde el principio. Podía responder inmediatamente a cualquier estímulo, a cualquier movimiento. No necesitaba pensar; las técnicas surgían de forma natural. Podía paralizar a una rata corriendo por una viga y hacer que se cayera al suelo. Pero esa vieja rata llegó sin una forma y no dejó ni rastro. Me quedé totalmente frustrado.”

El viejo gato respondió: “El poder ki que tú utilizas es aún una función de tu propia mente y, por lo tanto, depende demasiado de ti. Se basa totalmente en tu nivel de confianza en ti mismo. Mientras estés consciente de tu poder ki y lo utilices mentalmente para vencer a tu oponente, estarás creando resistencia. Y, con seguridad, te encontrarás con un oponente cuyo poder ki sea aún más fuerte que el tuyo. Puedes pensar que tu poder ki llena el universo al igual que el kozen no ki (energía universal) que enseñaba el sabio chino Mencio, pero no es así. En el caso de Mencio, su ki es brillante y vigoroso. Utiliza su poder ki como un gran río; tú lo utilizas como una inundación momentánea. Todos conocemos el proverbio “un gato que muerde acaba siendo mordido por la rata”. Cuando una rata está acorralada se olvida de la vida, se olvida de los deseos, se olvida de ganar o perder, se olvida del cuerpo y de la mente. Esa fuerza es tan fuerte como el acero y no puede vencerse solo por el poder del ki.”


Después, un gato gris mayor avanzó despacio y dijo: “Como has dicho, este tipo de ki puede ser muy fuerte pero sigue teniendo cierto aspecto, aunque sea mínimo, que puede utilizarse en tu contra. Yo, por mi parte, durante muchos años he estado purificando mi corazón. No dependo solo del poder ki; nunca albergo pensamientos de lucha con un oponente y siempre intento ponerme en armonía con el ataque. Cuando mi oponente es fuerte, yo me acoplo y sigo sus movimientos. Mi técnica es como una cortina que recibe y deja caer al suelo una piedra que ha sido lanzada contra ella. Hasta ahora, ni la rata más fuerte ha podido encontrar un lugar para entrar a atacarme. Pero esta rata era increíble; ni el poder de ki, ni el poder de la armonización la afectaron lo más mínimo.”

El viejo gato contestó: “Tu poder de armonización no el poder de armonización de la naturaleza. Es una proyección de tu propia mente y, por ello, es limitado. Cualquier rastro de pensamiento consciente destruye tu equilibrio, y un oponente astuto aprovechará ese momento con rapidez. El pensamiento es un obstáculo para la naturaleza y dificulta su auténtico funcionamiento. No pienses, no actúes; sigue los movimientos de la naturaleza y el yo desaparecerá. Sin un yo, no habrá nadie que se oponga a ti en el cielo ni en la tierra.”

“No es mi intención desechar vuestro duro entrenamiento como si no sirviera de nada. “El Camino tiene muchos recipientes”. Las técnicas contienen los principios universales. El poder ki hace que el cuerpo funcione y da vida al cosmos. El poder armonizador hace posible que os podáis fundir de forma natural con cualquier fuerza que os ataque, incluso si es una roca, sin que se rompa.”

“Sin embargo, tan pronto como hay el más mínimo pensamiento consciente, el artificio y la premeditación aparecen, y eso os separa del Camino natural. Concebís a los demás como entidades separadas de vosotros mismos, como si fueran oponentes. Si me preguntáis qué técnica empleo, la respuesta es “mushin (no-mente)”. Mushin es actuar de acuerdo con la naturaleza, nada más. El Camino no tiene límites, así que no penséis que esta charla mía es el secreto final.

“Hace mucho tiempo, había un gato en mi vecindario que parecía que no hacía más que sestear todo el día. Parecía sin energía, casi como si estuviera hecho de madera, pero por donde estaba o a donde iba ninguna rata se atrevía a aparecer. Una vez fui a visitarlo y le pedí que me explicara la razón. Le pregunté cuatro veces pero permaneció en silencio. No era que no quisiera responder sino que no sabía cómo responder. Como dice el viejo dicho: “Los que saben, no hablan; los que hablan, no saben”. Ese gato se olvidó de sí mismo, se olvidó de los objetos y vivía en un estado en el que no perseguía nada. Ese gato representaba la divina virtud marcial de “no-matar”. Yo todavía no estoy a la altura de ese gato”.



Shoken, que había estado escuchando a escondidas esta conversación irreal, no puedo contenerse por más tiempo e irrumpió en la habitación. “Me he estado formando en el arte del sable durante muchos años, pero todavía no he llegado a su esencia. Esta noche he oído hablar de distintas formas de entrenamiento y he aprendido mucho sobre mi propio Camino del sable. Por favor, enséñame tus secretos más escondidos.”

El viejo gato respondió: “No puedo hacer eso. Soy solo un animal que caza ratas para comer. ¿Qué se yo de los asuntos humanos? Sin embargo, te puedo decir una cosa. El arte del sable no es solo cuestión de alcanzar la victoria sobre un oponente. En el momento crucial es el arte de la iluminación de la vida y de la muerte. Un samurái tiene que cultivar esta actitud mental y disciplinarse en ese espíritu. Adéntrate en el principio de la vida y la muerte, antes que nada, y mantén ese espíritu. Entonces, no habrá dudas, ni pensamientos que te distraigan, ni cálculos, ni deliberaciones. Tu espíritu permanecerá en paz y en calma, sin obstáculos, respondiendo libremente a cualquier contingencia. Por el contrario, si existe el más mínimo objeto en tu mente, habrá un yo, habrá un enemigo, habrá oposición, habrá pérdida de libertad. ¿Cómo puedes enfrentarte a un oponente en ese estado? Incluso si vences, será una victoria superficial, no será una demostración del verdadero arte del sable. No tener un propósito no es un estado vacío. No tiene forma, no contiene ningún objeto. Si existe algo, el pode ki se concentrará a su alrededor. El poder ki entonces se contrae y el movimiento entorpece, se desequilibra, se descontrola. Lo que yo llamo “no tener un propósito”, no contiene nada, no confía en nada, no hay enemigo, no hay yo; responde a todo naturalmente sin dejar rastro.

“El I Ching afirma: “Sin pensamientos, sin acciones, de forma natural, el Camino se activa a sí mismo a través del universo”. Los maestros del sable que entienden este principio están cerca del Camino.”

Shoken preguntó: “¿Qué quiere decir que no hay enemigo, “que no hay yo”?. El viejo gato respondió: “Debido a que hay un yo, hay un enemigo. Si no hay un yo, no hay enemigo. “Enemigo” es aquello que está en oposición; el tipo de oposición que parece externa en el yin y el yang, en el fuego y el agua. Cada objeto con forma tiene su opuesto. Cuando la mente no tiene forma, no hay nada que se le oponga. Cuando no hay oposición, no hay nada contra lo que luchar. Esto se llama “no enemigo, no yo”. Cuando el yo y los objetos se olvidan, hay un estado natural de no-actividad, de ausencia de conflicto, de unidad. La forma del enemigo ha desaparecido y tú no sabes nada. Esto no es lo mismo que no ser consciente de las cosas; significa que no hay un pensamiento calculador y que hay una respuesta natural inmediata. Una mente así no tiene obstáculos y es libre, con lo que el mundo se convierte en tu dominio. Conceptos abstractos como “esto”, “eso”, “gustar” y “disgustar”, desaparecen. “Placer y dolor, ganar y perder” son igualmente creaciones de tu mente. Todo lo que hay en la tierra y el cielo no debe buscarse fuera de nuestra propia mente.

“Un antiguo hombre ilustre dijo una vez: “Una sola mota de polvo en el ojo puede hacer que los tres mundos parezcan muy limitados; ¡libera tu mente y tu vida de obstáculos!”. Cuando tienes una mota de polvo en el ojo, casi no puedes abrirlo y es difícil ver algo. Cuando algo es brillante por naturaleza es contaminado por un objeto del exterior, pierde su claridad. Lo mismo ocurre con la mente.”

“Otro anciano dijo: “Cercado por miles de enemigos, tu cuerpo puede llegar a ser hecho pedazos, pero tu mente es tuya y nunca puede ser vencida”.
Confucio dijo: “Ni el más ruin de los seres humanos puede ser privado de su propia voluntad”. Cuando te dejas llevar por falsas ilusiones, tu propia mente se convierte en tu enemigo.


“Me gustaría dejar de hablar ahora. Ahora depende de vosotros. Un maestro puede transmitir técnicas y aportar luz a los principios que están tras ellas, pero nada más. La verdad tiene que alcanzarse individualmente. Esto es la autorrealización. Se llama “transmisión de mente a mente” y “una transmisión distinta que no está en los textos”. Aunque las enseñanzas no dependen de la tradición, utilizan la tradición, pero aun así un maestro no puede enseñarlo todo. Esto no se limita al estudio del zen. Desde los métodos de formación espiritual de los antiguos sabios a las obras de arte creadas por artistas, todo ello se basa en la autorrealización y en la transmisión instantánea de mente a mente; una enseñanza que no está en los textos. Los textos te enseñan lo que tienes dentro y te ayudan a alcanzarlo por ti mismo, como algo tuyo. Un maestro realmente no te da nada. Es fácil hablar, y es fácil escuchar, pero es difícil percibir estas cosas y hacerlas verdaderamente tuyas. Esto se llama kensho (“ver dentro de nuestra propia naturaleza”) y satori (iluminación). Satori es despertar del sueño de la ilusión. Es lo mismo que tener una profunda conciencia de las cosas”.

Leyenda japonesa.